Argenis Chávez

Opinión

  • ¡Váyanse al Carajo, Yanquis de Mierda!

    I

    Hacemos un alto, por ahora, en las reflexiones que hemos venido realizando en artículos anteriores acerca de nuestra primera vida junto al Comandante Chávez, dada la necesidad de referirnos a la nueva arremetida del gobierno supremacista de Donald Trump contra el Pueblo de Venezuela y sus instituciones; una acción que se inscribe en los permanentes esfuerzos que realiza el decadente imperio norteamericano por tratar de dar al traste con el proyecto de amplias transformaciones que las venezolanas y los venezolanos hemos venido desarrollando desde el año 1999, cuando el líder histórico de la Revolución Bolivariana asumió por vez primera la Presidencia de la República.

    Frente a esta prolongada y brutal arremetida, antes como ahora, el Gobierno y el Pueblo Bolivariano han mantenido una firme posición de defensa de la soberanía e independencia nacional, el bien más preciado que hemos reconquistado después de 200 años, como lo expresara el Comandante Chávez en el Plan de la Patria; una posición que ha sido consecuente, además, cuando la estabilidad de otros países hermanos de Nuestra América Latinocaribeña, ha sido amenazada por quien insiste en vernos como su patio trasero.

    II

    Recordemos como el líder histórico de la Revolución Bolivariana anunció el 11 de septiembre del año 2008, en un acto de presentación y apoyo a las candidatas y los candidatos del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) a la Gobernación y Alcaldías del estado Carabobo; que el Gobierno Bolivariano otorgaba un plazo de 72 horas al entonces embajador gringo en Venezuela, Patrick Duddy, para que abandonara nuestro país; ordenando, al mismo tiempo, el regreso inmediato a la Patria del compañero Bernardo Álvarez, quien se desempeñaba como Embajador ante Washington.

    El Comandante Chávez adoptaba esta medida en solidaridad con el hermano Pueblo boliviano y el compañero Presidente Evo Morales, cuyo gobierno mantenía una dura disputa diplomática con el de Estados Unidos, por su intromisión en los asuntos internos de ese país, como suele ocurrir, en apoyo a los sectores de derecha arrodillados a los designios imperiales. Tanto La Paz como Washington habían expulsado a sus respectivos representantes diplomáticos.

    Así, durante la intervención a la que acabamos de hacer mención, nuestro Comandante Eterno expresó: “Váyanse al carajo yanquis de mierda, que aquí hay un Pueblo digno…aquí estamos los hijos de Bolívar, los hijos de Guaicaipuro, los hijos de Tupac Amarú, y estamos resueltos a ser libres…Si viniera algún país, si viniera alguna agresión contra Venezuela, pues no habrá petróleo para el Pueblo ni para el gobierno de los Estados Unidos, nosotros, yanquis de mierda, sépanlo, estamos resueltos a ser libres, pase lo que pase y cuéstenos lo que nos cueste…”. Sin duda, un mandato del Comandante Chávez que sigue totalmente vigente.

    III

    Y es que el Comandante Chávez fue un vehemente defensor de la dignidad nacional y latinocaribeña, amenazada permanentemente por el enemigo histórico de nuestros Pueblos; aún en tiempos en los que la humanidad entera libra una batalla sin precedentes en los últimos años, en los que seguimos siendo objeto de la saña yanqui, caracterizada en este momento por la profundización de la guerra económica y las amenazas de invasión militar contra el país, y por la pretensión de aplicarle la “fórmula Noriega” al Presidente Maduro y otros dirigentes de la Revolución Bolivariana.

    Ahora bien, es cierto que después del golpe de Estado del año 2002, contra el Gobierno Bolivariano dirigido por el Comandante-Presidente Hugo Chávez, la inmensa mayoría de las venezolanas y los venezolanos -fundamentalmente la clase trabajadora, las campesinas y los campesinos de la Patria-, fortaleció sus convicciones revolucionarias, defendiendo frente a cada arremetida del peligroso vecino del norte, el proyecto de transformaciones profundas propuesto por el líder histórico de la Revolución Bolivariana; hoy bajo la conducción del compañero Presidente Nicolás Maduro.

    Por supuesto, ello no significa que se resolvieron los problemas propios de la lucha de clases presentes en la sociedad; y que el camino de allí en adelante haya sido llano y sin tropiezos. Sabemos que no ha sido así, y que nuestro Pueblo, con un alto grado de organización y consciencia, ha venido enfrentando diversos obstáculos, entre los cuales están las situaciones generadas en el país después del resultado de las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015.

    De allí que, ante un previsible escenario de continuidad de la agresión gringa, y a pesar de lo mucho que hemos avanzado hasta ahora; necesario es seguir fortaleciendo nuestra consciencia del deber social, a objeto de que no tengan cabida alguna las deserciones, las divisiones y los antivalores con los que las fuerzas contrarevolucionarias pretenden debilitar a ese Pueblo organizado y consciente; que seamos capaces de derrotar definitivamente el egoísmo, el individualismo y el reformismo; y de blindarnos frente a la brutal campaña antibolivariana desatada por las grandes corporaciones mediáticas mundiales.

    Toca, además, fortalecer el rol del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) y del Gran Polo Patriótico; y, de manera particular, de las y los dirigentes de la revolución, en la orientación y la formación debida del heroico y patriota Pueblo venezolano. El papel de la vanguardia revolucionaria, que orienta, dirige y aprende en la práctica conjunta; es clave.

    En definitiva, resulta necesario aprovechar la coyuntura que estamos viviendo, ante la feroz arremetida del imperio, para continuar consolidando nuestro movimiento cívico-militar, cada vez más enraizado en el ideario bolivariano y chavista. Es el momento de actualizar permanentemente nuestro plan estratégico para cambiar la sociedad heredada, en lo teórico y en el programa de acción socialista; para que hierva con más fuerza la sangre rebelde en nuestras venas y consciencias. Apliquemos, con todo lo que signifique, las tres “R” al cuadrado que nos legó el Comandante Chávez; en cuya defensa de su legado siempre Venceremos.

  • Génesis de la Unión Cívico-Militar

    I

    Los recuerdos de nuestra primera vida al lado del Comandante Chávez siguen haciéndose presentes en estos días de marzo, en medio de la dura batalla que hoy libra el mundo; una batalla que hemos decidido afrontar las venezolanas y los venezolanos con responsabilidad, disciplina y consciencia del deber social, como permanentemente lo hizo el líder histórico de la Revolución Bolivariana, desde los primeros momentos en que comenzó a gestarse nuestro proyecto revolucionario.

    Cuando en diciembre de 1981 Hugo me obsequió el libro País Portátil, en cuya guarda como bien es sabido expresó el compromiso de vida que habíamos asumido para siempre, ya tenía cuatro años de haber iniciado una de las etapas más importantes de su vida, de su formación como líder revolucionario; de haber comenzado a concretar el proyecto estratégico de liberación nacional como “un plan de insurrección cívico-militar-religioso”, que era la tesis fundamental del Partido de la Revolución Venezolana (PRV), que lideraba Douglas Bravo.

    Esta tesis incluía en sus planteamientos los preceptos bolivarianos; y coincidía casi totalmente con lo que Hugo y otros oficiales jóvenes venían debatiendo desde hacía cierto tiempo. Por eso, cuando le propuse realizar el enlace con Douglas para trabajar juntos en la conformación de un movimiento cívico-militar que impulsara una revolución transformadora en el país, no fue difícil ponernos de acuerdo.

    II

    Los primeros días de diciembre de 1977, el entonces Sub-Teniente Chávez fue nombrado oficial de comunicaciones en el Batallón Blindado Bravos de Apure de Maracay, capital del estado Aragua; tras su paso como oficial por el Batallón de Cazadores Manuel Cedeño de Cumaná, en el estado Sucre, donde conformó con cuatro soldados el Ejército de Liberación del Pueblo Venezolano (ELPV), embrión del Ejército Bolivariano Revolucionario-200 (EBR-200).

    Como él mismo lo manifestó, ya andaba con un huracán por dentro, pensando en que hacer para asumir con mayor rigor la senda libertaria. En esos días escribió en su diario de campaña: “Vietnam, uno y dos Vietnam en América Latina. ¡Bolívar, Che Guevara, vengan!! Regresen. Aquí puede ser…esta guerra es de años, hay que hacerlo aunque me cueste la vida, no importa, para eso nací, hasta cuando podré estar así… Me siento impotente, improductivo, debo prepararme para actuar”.

    Y comenzó a actuar con más decisión, aunque no tenía aún objetivos muy claros. “Yo era un rebelde sin causa… Lo veo más como un gesto quijotesco de protesta contra una situación general de las cosas, del país”; le dice a Ramonet, un testimonio que está recogido en el libro Mi Primera Vida. Es en esos meses cuando decide definitivamente continuar la carrera militar y comenzar un proceso revolucionario desde dentro de la institución castrense, ya con la idea de conformar una alianza cívico-militar. Fue lo que se hizo, hasta que explotó la insurgencia del 4F de 1992: trabajar dentro del ejército, crear en él las células bolivarianas, profundizar la relación con organizaciones de izquierda; lo que dio origen definitivamente al Movimiento Bolivariano Revolucionario-200 (MBR-200), que nació formalmente con el juramento del Samán de Güere, en diciembre de 1982.

    III

    Ese diciembre de 1977, aprovechando las vacaciones de fin de año, nos encontramos en Barinas y una noche, conversando en uno de los sitios utilizados entonces para la subversión, el bar Noches de Hungría, Hugo insiste en su deseo de dejar el ejército. Aunque siempre analizábamos diferentes temas de la coyuntura del país, y a pesar de que yo conocía de sus inquietudes políticas, por disciplina no le había contado antes todo sobre mi accionar político de aquellos tiempos. Ya tenía por lo menos dos años militando en el partido que dirigía Douglas Bravo, PRV-Ruptura; luego de mi militancia en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).

    Una de las líneas estratégicas que discutíamos en esos días, era precisamente la necesidad de alcanzar una articulación efectiva con militares patriotas para la construcción de un movimiento cívico-militar, que le diera verdaderas opciones de poder a una acción insurreccional, a partir de la cual emprender un proceso de transformación auténtica, que permitiera sacar a Venezuela del neocolonialismo en el que nos encontrábamos.

    Eso fue lo que le plantee a Hugo esa noche. Me adelante a comentarle, faltando un poco a la disciplina partidista, la estrategia diseñada (todo aquello era clandestino, por razones obvias); ya que sentí era la única manera de hacerlo desistir de su empeño de dejar el ejército. Por supuesto, le encantó la idea, saliendo de allí con nuevos bríos y acordando que yo buscaría la manera de acelerar el proceso para él entrar en contacto con quien los jefes del PRV decidieran; manifestando su disposición de trabajar de manera conjunta para conformar un sólido movimiento cívico-militar.

    Con la idea de que ahora si se podría, Hugo me planteó esa noche, lo que había estado pensando: iniciar una organización desde dentro de la Fuerza Armada, en un momento que señalaba era propicio, dado el descontento que existía en la joven oficialidad, por la corrupción generalizada, la pérdida de identidad nacional y, en general, por los malos gobiernos de aquellos años; para luego conectar esa organización militar con los partidos de izquierda y con la clase obrera progresista.

    Al llegar a Mérida, donde residía por aquellos años, plantee la situación en el seno del partido; siendo decidido que si Hugo estaba de acuerdo, se reuniría directamente con Douglas Bravo. Así se hizo, y a partir de la decisión de quien terminaría convirtiéndose en el líder histórico de la Revolución Bolivariana, de continuar en el ejército venezolano, como se dijo antes, se inició una etapa que llevó a la posterior consolidación del MBR-200 en la Fuerza Armada, en conexión directa con la Dirección Nacional del PRV-Ruptura; una nueva etapa sin duda para el líder en formación, génesis de la unión cívico-militar que hoy constituye una de las mayores fortalezas de nuestro proceso revolucionario. Como el mismo lo confesó a Ramonet, comenzó una doble vida: una en el ejército y otra clandestina. “Diría que fue una de las mejores etapas de mi vida”, señaló al referirse a este período, sobre el cual seguiremos profundizando en próximos artículos.

  • “Mamá Rosa Mía” Homenaje a las Mujeres Guerreras de la Patria

    “Mamá Rosa Mía”

    Homenaje a las Mujeres Guerreras de la Patria

    I

    En diciembre de 1981, el entonces Capitán Hugo Chávez llegó a la ciudad de Barinas para compartir las navidades con la familia y amigos más cercanos. Ese año fue diferente a los anteriores, ya que estábamos muy preocupados porque mamá Rosa se encontraba muy delicada de salud; los médicos no daban muchas esperanzas de vida. Sabíamos que no le quedaban muchos días en este plano terrenal, lo cual nos originaba una gran tristeza y el razonamiento lógico de prepararnos para lo inevitable. Con toda esa carga emotiva, es que Hugo escribe el mensaje-compromiso en la guarda del libro que nos regala, a Carmen y a mí, el día de nochebuena.

    Allí, además de la referencia al “morral invisible”, reconoce con nostalgia que la querida mamá vieja está por marcharse de este mundo. Escribe Hugo ese diciembre: “Adán, llevamos a la espalda un morral invisible. Dentro de ese morral llevamos nuestro país portátil (porque el libro en cuestión es la novela de Adriano González León, que se llama precisamente País Portátil). Lo bueno de nuestro morral es que no tiene dimensiones. Comenzamos, tú y yo, a llenarlo de cosas hace muchos años. En él están nuestros sueños y nuestras ilusiones. Llevamos también la esperanza de nuestra gente. Allí va el amor de los seres queridos, el amor grandioso e inolvidable de mamá Rosa, que se nos está yendo de este mundo; en fin, el morral se va llenando. En el debemos llevar mucha fuerza y mucha voluntad de reserva para el largo y difícil camino que nos espera…”.

    La dolorosa seguridad de que la adorada mamá Rosa se nos iba de esta vida terrenal y nada podíamos hacer para evitarlo, se sumaba a las preocupaciones que traían consigo las dificultades de todo tipo que enfrentaba la organización del MBR-200, como movimiento cívico-militar: divisiones, delaciones; y por tanto, algunos retrocesos. De manera que, seguros estábamos del largo y difícil camino que nos esperaba.

    II

    El 2 de enero de 1982, la abuela querida lanzó su último suspiro, pero quedaron para siempre grabadas en nuestra mente y en nuestro corazón sus enseñanzas y aquel patio llanero de la casa vieja de Sabaneta donde nos criamos Hugo y yo. Todavía llegan en tropel los olores de las frutas maduras, de las ciruelas, las naranjas, las piñas, las mandarinas y las cemerucas; del maíz tierno de las 20 o 30 matas que sembrábamos en una pequeña parte del patio según la época del año. También, el cantar de los turpiales, de los azulejos, del loro viejo que acompañaba a la abuela, desde la cocina de leña, en sus diarios quehaceres; y los ladridos del perro llamado Guardián.

    El abrazo amoroso, la enseñanza temprana, el llamado de atención a tiempo, las clases de lectura y escritura antes de ingresar al primer grado; así como la relación solidaria con los vecinos y el compartir lo poco que se tenía con el más necesitado, fueron aprendizajes que quedaron en nosotros para siempre. Así como los extraídos de los cuentos nocturnos que a la luz de la lámpara de kerosen nos contaba mamá Rosa; casi todos con una moraleja, una enseñanza, cargados de contenidos históricos: dicen que Bolívar acampó con sus tropas en el Camoruco; por aquí pasó Zamora y varios muchachos del Pueblo se unieron a su revolución federal; Maisanta fue prefecto de este Pueblo, algunos dicen que fue un bandolero, yo creo que no fue así; nos decía.

    III

    Después de la siembra de la abuela, Hugo escribió un hermoso poema en su honor. Letras que si bien estaban dedicadas a la mamá vieja, bien recogen el compromiso que asumió con las mujeres de la Patria, plenamente reivindicadas por la Revolución Bolivariana.Dice Hugo: “Quizás un día mi vieja querida, dirija mis pasos hasta tu recinto, con los brazos en alto y como alborozo, colocar en tu tumba una gran corona de verdes laureles: sería mi victoria y sería tu victoria y la de tu Pueblo, y la de tu historia…”.

    A pesar de la incertidumbre y el dolor de aquellos días, plasmaba también el optimismo del triunfo, por la seguridad del camino justo que seguía. Y fue así como, después del primer triunfo electoral, en diciembre de 1998, en la primera oportunidad que tuvo, lo acompañé a la tumba de mamá Rosa a colocarle aquella corona de verdes laureles y le dedicó su triunfo, que fue el del Pueblo, a la memoria de la querida abuela; un triunfo con el que comenzaron los cambios profundos en la Patria, que Hugo plasmó en forma poética y humilde al escribir: “…y entonces, por la Madre Vieja volverán las aguas del Río Boconó, como en otros tiempos tus campos regó; y por sus riberas se oirá el canto alegre de tu Cristofué y el suave trinar de tus azulejos y la clara risa de tu loro viejo; y entonces en tu casa vieja tus blancas palomas el vuelo alzarán y bajo el matapalo ladrará Guardián;  crecerá el almendro junto al naranjal. También el ciruelo junto al topochal, y los mandarinos junto a tu piñal, y enrojecerá el semeruco junto a tu rosal, y crecerá la paja bajo tu maizal, y entonces la sonrisa alegre de tu rostro ausente, llenará de luces este llano caliente; y un gran cabalgar saldrá de repente y vendrán los federales, con Zamora al frente, y las guerrillas de Maisanta, con toda su gente, y el catire Páez, con sus mil valientes…”.

    Así como en la referencia al morral, en este poema deja entrever Hugo la posibilidad del fracaso, del “no lograr los objetivos planteados”, aunque sea “por ahora”. Porque él nunca fue pesimista, pero como buen estratega, analizaba todos los posibles escenarios. Recordamos que en diciembre de 1981 escribió: “…y si por desgracia, uno de los dos cae en el camino para no levantarse más, es obligación del otro acercarse, con rabia, a recoger el cuerpo caído y, junto al morral -sangriento o no- echarlo a la espalda, retomar fuerzas, y seguir avanzando por el camino largo…”. Esta es una máxima chavista de nuestra revolución: puede que algunas y algunos queden en el camino, pero los demás seguirán adelante, sin rendirse jamás, porque al final, “…el morral preñado parirá, de seguro, un país mejor…”.

    A la abuela le dice, varios días después, en el poema antes referido: “…o quizás nunca, mi vieja, llegue tanta dicha por este lugar, y entonces, solamente entonces, al fin de mi vida yo vendría a buscarte, mamá Rosa mía, llegaría a tu tumba y la regaría con sudor y sangre, y hallaría consuelo en tu amor de madre, y te contaría de mi desengaño entre los mortales, y entonces tu abrirías tus brazos y me abrazarías cual tiempos de infante, y me arrullarías con tu tierno canto y me llevarías por otros lugares”.

    Sin duda que Chávez cumplió, la dicha del Pueblo llegó. Por eso, le llevó a la abuela, como símbolo de victoria, su gran corona de verdes laureles. Y durante varios años dirigió las transformaciones necesarias para darle a nuestro Pueblo, simbolizado en el poema por mamá Rosa, “la mayor suma de felicidad posible”. Lamentablemente, se nos fue muy temprano al descanso eterno, aunque lo hizo sintiendo los amorosos brazos y el tierno arrullo de la mamá Rosa nuestra, del Pueblo venezolano decidido a defender su legado, de las guerreras mujeres venezolanas que ocupan hoy el espacio que tienen que ocupar, en el corazón, en el alma de la Patria nueva, de la Revolución Bolivariana.

    ¡Gloria eterna a la mujer venezolana, amorosa, solidaria, guerrera, hacedora de Patria!!

    ¡Hasta la Victoria Siempre!!

    ¡Venceremos!!

  • Radicalizar la Liberacion Nacional

    En el año 2012, el Comandante Chávez nos legó dos grandes faros para continuar nuestra construcción socialista: el Plan de la Patria y el Golpe de Timón. El primero, la continuidad de la línea programática de la revolución, bajo el mismo espíritu de los planes socialistas, pero con una visión más transformadora. El segundo, una crítica dirigida fundamentalmente a  dar un nuevo impulso en la política del Gobierno Bolivariano, el qué hacer planteado dialécticamente, atendiendo tanto a la necesidad de llevar a cabo ese programa, como al momento histórico en curso. Ambas orientaciones indudablemente encierran un gran objetivo: profundizar la Revolución Bolivariana.

    Es necesario hacer hincapié en este tema, cuando hemos decidido que el camino ineludible para la edificación definitiva de una Patria libre y soberana, capaz de entregar la mayor suma de felicidad a su población, es el socialismo, nuestro Socialismo Bolivariano. Y solamente lograremos ese propósito con la profundización del proceso de liberación nacional iniciado en febrero de 1999. Eso parte, como bien nos indica el Comandante Chávez, por cambiar la base productiva, por democratizar el poder económico, logrando la planificación de las relaciones productivas desde la autogestión colectiva. “Son elementos que ayudan a orientar el tránsito, y de eso estamos hablando hoy, sobre la economía y cómo ahora con el nuevo ciclo que se abre, debemos ser más eficientes en el tránsito, en la construcción del nuevo modelo político, económico, social, cultural, la revolución…”. Estas líneas, trazadas hace ocho años, siguen vigentes hoy, cuando el imperialismo incrementa la guerra económica contra nuestro Pueblo.

    Radicalizar el proceso de liberación nacional, siguiendo el programa de la revolución contenido en el Plan de la Patria, y bajo la conducción política del compañero Presidente Nicolás Maduro; es tal vez la tarea de mayor importancia en la actual coyuntura del país. Las agresiones permanentes a nuestra economía, orquestadas desde Washington con el único fin de asfixiar a la población y crear condiciones para una intervención, hacen necesario acelerar cambios en la estructura productiva, superar definitivamente el modelo rentista y entregar el control de la industria nacional a las trabajadoras y los trabajadores para una mayor eficiencia en la producción.

    Hemos avanzado bastante en ese sentido. La implementación del Petro como medida para enfrentar el bloqueo comercial; así como la continuidad y fortalecimiento de las relaciones con China, Rusia y otros países en la construcción de la multipolaridad, han permitido frenar las pretensiones desestabilizadoras imperialistas.

    Sin embargo, falta mucho por hacer todavía para conducir la revolución hacia su profundización.  El Comandante Chávez describió este proceso como un largo camino, cargado de dificultades, de acechanzas y agresiones, de traiciones y guerras no convencionales. Para los propósitos planteados, para poder superar entonces esos obstáculos que el enemigo externo e interno pretende imponer constantemente, necesario es consolidar el Poder Popular como síntesis del todo, como esencia de la democracia bolivariana y como centro de todo el accionar político. Es decir, que el Pueblo tenga cada día mayor organización y consciencia, siendo capaz de revisar permanentemente la teoría y la práctica revolucionaria, para una mejor lectura de los errores cometidos, rectificar lo que sea necesario, y poder entonces conseguir las posibles soluciones y reimpulsar, léase radicalizar, nuestra construcción socialista.

    No puede ser de otra manera, y así lo entendió el Comandante Eterno, quien en el preámbulo del Plan de la Patria escribió: “Para avanzar hacia el socialismo, necesitamos de un Poder Popular capaz de desarticular las tramas de la opresión, explotación y dominación que subsisten en la sociedad venezolana; capaz de configurar una nueva socialidad donde la vida cotidiana, donde la fraternidad y solidaridad corran parejas con la emergencia permanente de nuevos modos de planificar y producir la vida material de nuestro Pueblo”.  

    Por eso hoy, en perfecta unidad cívico-militar, en plena confrontación antiimperialista para defender las conquistas de estos años de dignidad revolucionaria, el gran reto, para avanzar decisivamente en profundizar nuestro proceso liberador, es consolidar el Poder Popular, único garante de las transformaciones necesarias en pos de ese gran sueño.

  • El legado histórico del 4F

    “Entramos al galope en febrero: febrero rebelde, de cara siempre al sagrado compromiso con el pasado, el presente y el porvenir de la Patria”.

    Hugo Chávez

    Iniciamos nuestro febrero insurgente, febrero de sueños para andar, para seguir transitando  el camino de la Patria Buena que cantó el eterno Alí Primera.

    Hace pocos días conmemoramos con entusiasmo los 28 años de la rebelión cívico-militar que irrumpió como un rayo en nuestra historia, sacudió las nefastas  estructuras del puntofijismo y sus viejas formas de dominación, abrió perspectivas para la liberación nacional y sembró esperanzas en el Pueblo venezolano.

    Tres años antes, los terribles acontecimientos del 27 de febrero de 1989 habían dejado al descubierto la naturaleza antipopular de los gobiernos del  bipartidismo: la infame  masacre cometida contra una población asfixiada por las políticas neoliberales impuestas desde el FMI. El Caracazo fue consecuencia  del engendro económico bautizado como el Consenso de Washington, aplicado por el imperialismo con el vil apoyo de las castas criollas, traidores de la Patria, que durante años habían entregado  nuestras riquezas a la oligarquía y  a las corporaciones extranjeras, incrementando  cada vez más la deuda social y el empobrecimiento de las grandes mayorías.

    Los acontecimientos del 27 de febrero de 1989, aceleraron el accionar del MBR-200, proyecto estratégico que se venía gestando desde hace más de una década en los cuarteles de la Patria; proyecto bolivariano para los cambios profundos, en cuya vanguardia estaba el Comandante Hugo Rafael Chávez Frías.

    El espíritu del 4F, Día de la Dignidad, está alimentado por hondos sentimientos de amor a la Patria, al pensamiento de Bolívar y su inquebrantable voluntad de lucha por entregar la mayor suma de felicidad posible a la Nación. Si analizamos aquellas palabras del Comandante Eterno, aquel por ahora que quedó incrustado para siempre en nuestra memoria, comprenderemos bien que, aunque la Operación Zamora no tuvo el éxito militar esperado, sembró dos grandes elementos en la conciencia colectiva de las venezolanas y los venezolanos: la esperanza, la clara idea de que la lucha liberadora tenía ya amplias posibilidades de victoria; y la aparición de un líder revolucionario verdadero, auténtico, salido de nuestras raíces, del corazón del Pueblo, que asumió ante el país entero sus responsabilidades, que expuso en unos pocos segundos la esencia de esa lucha, las razones para continuarla y la necesidad de despertar de una vez por todas y levantarse contra la opresión capitalista.

    Sin duda, la trascendencia histórica del 4F tiene su esencia en haber despertado la esperanza popular de un cambio, de enrumbar al país hacia un mejor destino. A partir de entonces, un viento nuevo comenzó a soplar en dirección a ese sueño. Estando Chávez en prisión, mientras los medios de comunicación reseñaban el fracaso de la rebelión y daban amplia cobertura a los voceros del gobierno para construir una matriz de opinión negativa alrededor de  los insurgentes, tratando a toda costa de enterrar el impulso revolucionario de aquel movimiento; recibió la visita de un sacerdote, el Padre Torres, quien  le dijo al Comandante que afuera, en las calles,  había “una ola de amor, un fuego divino”.  Era aquel  viento esperanzador, que ya comenzaba a convertirse en un verdadero huracán, un huracán bolivariano indetenible.

    Hoy recordamos aquella gesta histórica, en medio de feroces arremetidas y pretensiones imperialistas  de aplastar a la Revolución Bolivariana. Por eso no es suficiente conmemorar y rememorar a los valientes héroes del 4F. Necesario es sostener la lucha, prepararnos cada día con mayor sacrifico y entrega, desde el aspecto ideológico hasta la praxis revolucionaria, la organización y formación para la defensa de la soberanía en cada Comuna, en cada barrio, en cada calle, en cada centro laboral, en cada cuartel.  Es el mayor juramento de lealtad que podemos hacer a quienes sacrificaron todo por devolvernos, con la acción de aquellas horas de terrible incertidumbre, la luz que alumbraría los designios del porvenir de la Patria.

    Quiero cerrar estas reflexiones en el febrero rebelde que comienza, con las palabras de nuestro Comandante Chávez, quien parece observarnos sin descanso desde el Cuartel de la Montaña: “El 4 de febrero recogió el anhelo y la esperanza de millones durante siglos. ¡Esa es su fuerza!  Y esa fuerza, creo que no se apagará nunca. ¡Depende de nosotros!”.

    ¡Viva el 4 de febrero de 1992!